Testamento de Alfonso X

Testamento de Alfonso X: Rey que en sus últimos años hubo de sofocar rebeliones constantes de la nobleza y muy especialmente de su segundo hijo Sancho, que sería rey a la muerte de aquél, por lo que concernía a la sucesión una vez había muerto el primogénito varón Fernando llamado De la Cerda, habiendo tenido éste hijos antes de morir.

«[…]creyendo en todas las cosas que la Santa Iglesia de Roma cree y guarda, y manda creer y guardar, y conociendo que por otra cosa no puede ser hombre a salvo si no por nuestra fe católica […] ofrecemos nuestra ánima a nuestro señor Jesucristo y pedímosle merced que la quiera recibir por mano de sus santos ángeles y no consienta que los diablos hayan parte en ella».

Aunque en un principio Alfonso parecía inclinado a declarar a Sancho heredero del reino, tras varias rebeliones eligió a los hijos de Fernando de la Cerda y desheredó por completo a Sancho. Éste en Valladolid reunió a los suyos y nominalmente despojó a su padre de todos sus poderes:

«Por cuanto el rey don Alfonso mató a don Fadrique su hermano, y a don Simón Ruiz señor de los Cameros, y a otros muchos hijosdalgo sin derecho como no debía, pierda la justicia.
Y porque desheredó a los hijosdalgo de Castilla y de León y a los ciudadanos y a los concejos, no lo reciban en las villas ni en las fortalezas y sea desheredado de ellas.
Y porque despechó la tierra e hizo malas monedas, no le den pechos ni servicios ni monedas foreras ni las martiniegas ni ningún otro derecho de la tierra aunque los demande».

De tal modo que en su testamento Alfonso declara en el Testamento de Alfonso X:

«Así como Nos lo queríamos piadosamente, así cruelmente pugnó él por deshacer lo que Dios había en Nos dado, y codiciando nuestra muerte».

«Y porque la codicia es raíz de donde se mueven todos los males, y aparte la ignorancia es cabeza en que se junta y se afirma, el diablo llegó a tamaño poder que estas dos puso firmes en la obra y voluntad de don Sancho».

«Que en cuanto Nos estamos en servicio de Dios, que obramos por Él cuanto Nos pudimos, tanto lo estorbó don Sancho y pugnó en estorbarle cuanto él pudo y supo; que el derecho de Dios quiere y manda que quien su servicio estorba, que pierda su poder de todas las cosas con que él podría estorbar; y aparte que va contra derecho natural, que no conociendo del deudo de natura que ha con el padre, quiere Dios, y manda la ley y el derecho que sea desheredado de lo que el padre ha, y no tenga parte en ninguna cosa de ello por razón de natura».

Y cuenta Juan Manuel en el Libro de las armas que en su lecho de muerte el rey Sancho no quiso darle la bendición, como era habitual, porque él no había podido recibirla de su padre, y le confesó que su muerte:

«no es muerte de dolencia mas es muerte que me dan los míos pecados, y señaladamente por la maldición que me dio mío padre por los muchos merecimientos que yo merecí».

«Y mandamos, que luego que muriésemos, que nos saquen el corazón, y lo lleven a la Santa Tierra de Ultramar, y que lo sotierren en Jerusalén en Monte Calvario, allí donde yacen algunos de nuestros abuelos: y si llevar no lo pudieren, que lo pongan en algún lugar donde esté hasta que Dios quiera que la tierra se gane, y se pueda llevar en salvo».

 

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